Comenzamos un juego de guerra vestidos de piratas. Creando en cada escaque un poema, y en cada verso una batalla. Mi bandera mis miedos proclama mientras la tuya de azar se disfraza, para esconder tras la tela una calavera blanca.
-Primer movimiento-
Dos rivales que en la cama se disputan el honor o simple fachada. Y entre sábanas me exiges pensamientos, y entre abrazos robas mi alma a través de besos. Tatuando mi cuello. Nos convertimos en gatos salvajes que se enfrentan cuerpo a cuerpo. Arañando irreales momentos.
-Segundo movimiento-
Comienzas a crear tus propias reglas, ilegales en la monotonía y en el tema. Olvidando que este tablero no es más que el reflejo de lo que proyectas: indiferencia puesta en escena. Quieres arrasar con todos mis peones, pues así la destrucción parece más sangrienta. Mientras, la fría y distante reina guarda en la manga el as que acabará con tus falsas promesas.
-Tercer movimiento-
A través del espejo y lo que Alicia encontró allí fue a un niño huérfano jugando a las cartas en cuadros dibujados en el suelo, creyendo ser el caballero rojo del que hablan los cuentos. Rió, relinchó, pataleó y salió corriendo, menguando en forma de cordero. Y es que Alicia se convirtió en princesa blanca del reino, al comprobar que desde que comenzó el juego, todo sería un absurdo sueño.
-Jaque mate-