viernes, 3 de diciembre de 2010

Vidrios de degustación

Se habían cansado de escribirse,
o tal vez de quererse.
Se habían cansado de reencontrarse,
de las risas a altas horas,
y de los crepes con sabor a chocolate.
Dejaron de regalarse gestos,
de compartir manta en invierno,
dejaron de dejar pasar el tiempo.
También de componerse versos.
Y fue en la ciudad donde todos poseen
pero de la que nadie es dueño,
aquella que era capaz de unir corazones
y destruir recuerdos.
Aquella que fue testigo
de amistades inquebrantables
y de solitarios deseos.

A veces oigo cristales romperse, y creo que simplemente es el viento que arrastra heridas pasadas para volver a renacer en felices recuerdos. A veces...