El silencio nos gobernó a todos.
No éramos capaces de mirarnos a los ojos: el dolor era demasiado intenso como para dejarle que se adueñase de nuestras lágrimas.
En primera fila una mujer mayor gritaba herida. Tú te desvanecías permaneciendo quieta, agarrándote a esos brazos gruesos, mirando al infinito de ese soporte de madera. Y entre tanto sollozo corrompido mis manos se alargaban para intentar rescatarte de todo aquello, para elevarte y mostrarte otro mundo que no fuera el de esta realidad. Realidad ruín y despiadada.
Mis esfuerzos por llegar a tu lado se veían distraídos por el colorido semblante de las flores que esperaban a reunirse con ella, y tan sólo deseaba que sintieses que siempre he estado y estaré a tu lado.
Hoy hablamos por teléfono, y entre murmullos y caricias me dejabas entrever que seguías tu camino, que seguías siendo fuerte. Y es que sigues siendo aquella niña que jugaba con hormigas y compartía sonrisas.
No éramos capaces de mirarnos a los ojos: el dolor era demasiado intenso como para dejarle que se adueñase de nuestras lágrimas.
En primera fila una mujer mayor gritaba herida. Tú te desvanecías permaneciendo quieta, agarrándote a esos brazos gruesos, mirando al infinito de ese soporte de madera. Y entre tanto sollozo corrompido mis manos se alargaban para intentar rescatarte de todo aquello, para elevarte y mostrarte otro mundo que no fuera el de esta realidad. Realidad ruín y despiadada.
Mis esfuerzos por llegar a tu lado se veían distraídos por el colorido semblante de las flores que esperaban a reunirse con ella, y tan sólo deseaba que sintieses que siempre he estado y estaré a tu lado.
Hoy hablamos por teléfono, y entre murmullos y caricias me dejabas entrever que seguías tu camino, que seguías siendo fuerte. Y es que sigues siendo aquella niña que jugaba con hormigas y compartía sonrisas.